sábado, 29 de diciembre de 2018

Directa al estrellato

Está sonando el teléfono. Me acerco a ver si sale el número en la pantalla. Cago en la puta, la identificación de llamadas la quitamos la semana pasada. Me muevo inquieta por todos lados, y doy gracias a que esté llamando ahora y no en otro momento; si estuvieran mis padres, seguro que me obligarían a cogerlo.
Hace un mes que hablamos ya; Ismael y yo, así que como todos los meses acostumbrada a que nunca falle, pienso que tiene que ser él. Pero si algo tengo claro es que al pasado no pienso regresar. Me estoy quitando de todo lo anterior. La gente no entiende que las personas cambian, y lo hacen cuando puede y quiere. Y en mi caso tarde o temprano, más bien tarde, tenía que poder. Tenía que rescatar todos esos años perdidos. Perdidos, para quién coño le interese, entre hospitales y psicólogos. Sin poder tener una personalidad propia como los demás que iban conmigo a clase.
Eso sí, ahora creo tener las ideas claras, o eso me repito constantemente.
Sea quien sea, es un puto cansino porque cuando dejo de rayarme, el jodido teléfono sigue sonando.
—¿Di diga? —dije, dando pena, con un tartamudeo bastante peculiar.
—Hola, princesita, o más bien exprincesita.
—Ya no soy una princesa. Ya ni te gusto ni nos entendemos. Tú sigues con esos ideales rancios y yo ahora estoy más abierta en todos los sentidos; excepto de piernas para ti...además no comprendes mi cambio. Vives con la idea de que el amor idealista no es amor si no duele. Y no es así chaval.
Cuelgo. No se me ocurre más que decir, para sorpresa de él como de mí misma. Como acto reflejo: improvisaciones del directo. No puedo evitar la risa. Me imagino su cara al no esperarse que le dijese aquello y menos que le colgase como a la mitad de algo importante. Sonriendo sigo con lo que hacía antes: escribir a mis nuevos amigos por instangram; los primeros, los únicos. Ellos sí me entienden y comprenden mis historias, o eso al menos creo.

Final 2

Está sonando el teléfono. Me acerco a ver si sale el número en la pantalla. Cago en la puta, la identificación de llamadas la quitamos la semana pasada. Me muevo inquieta por todos lados, y doy gracias a que esté llamando ahora y no en otro momento; si estuvieran mis padres, seguro que me obligarían a cogerlo.
Hace un mes que hablamos ya; Ismael y yo, así que como todos los meses; acostumbrada a que nunca falle, pienso que tiene que ser él.
Este como muchos familiares no entiende mi cambio ni físico ni ideológico ni de vida que estoy llevando a cabo. Ni que estuviese haciendo campaña electoral todo el rato como ellos, Pensaba que ellos, conociendo mi pasado iban a ser algo más tolerante. Pero ya veo que no. Para quién coño le importe: Desde los 12 años hasta los 14 pase por varios Trastornos Obsesivo Compulsivo —TOC que lo llaman para acortar—. Así que no pude hacer muchos amigos en el instituto dado que me convertí en una solitaria; no quería escuchar a nadie, ni ver la tele para no ir corriendo a contárselo a mis padres. Cuando conseguí salir de toda esa mierda no se me ocurre mejor manera que raparme el pelo y asumir la ideología skinhead; vamos repetir como un loro sin conocimiento alguno las típicas frases de los fascistas. Pero eso es cosa del pasado y si algo tengo bien claro es que paso de volver a él.
El teléfono sigue sonando. Ya hasta la narices decido cogerlo. Cuando escucho su voz, cuelgo. En verdad era quién me esperaba.

                                                                                                                                                           2018

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