Voy caminando de pie
sobre mis dos piernas. Un pie toca el suelo, acompañado del compás
cuatro por cuatro del siguiente. Miro al suelo y para adelante. Al
suelo y para adelante. No quiero chocarme contra las personas, ni
tampoco con lo que pueda encontrarme en el suelo. Llego a un paso de
cebra, y el semáforo está verde parpadeante. ¿Cruzo o no cruzo? no
había andado por el arcén en Google Maps para encontrarme con este
contratiempo. Decido pasar. A mitad entre una orilla y la otra se
pone en rojo. Me paro un par de segundos en mitad del paso de
peatones. La gente me mira como si fuese la cebra del paso, y
careciese de rayas. ¿A qué cera vuelvo? Decido arriesgarme pese a
todo, y llegar al otro lado. Los conductores me acosan con sus
miradas y ametrallan con el claxon mis sensibles tímpanos. Los
coches se me van a echar encima con su música estruendosa. Con sus
ojos blancos me deslumbran y... He llegado.
2018
2018
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